El miércoles 22 de enero, en el corregimiento Campo Dos de Tibú, marcharon más de quinientos vecinos y vecinas con banderas blancas, rótulos alusivos a la paz en Catatumbo y mucha decisión en sus rostros. Su mensaje era claro: quieren la paz, quieren permanecer en el territorio y no quieren la militarización estatal como respuesta.

La Tela de Fondo
Históricamente, la paz ha sido el gran ausente en la región de Catatumbo. Es un territorio que no solo ha sido flagelado por la guerra, sino también por las ansias de dinero de los ricos de la región, del país y de las empresas transnacionales. Es una tierra marcada por el extractivismo en sus más variadas formas: explotación petrolera, monocultivos de palma africana, minas de carbón y, posteriormente, el cultivo cocalero. La presencia estatal siempre estuvo en función de crear condiciones para los pudientes de estos negocios: infraestructura, servicios y protección militar, pero ausente en cuanto a inversión social en áreas como vivienda, agua potable, salud, educación o condiciones para la pequeña producción agrícola.
Todo esto ha hecho que una región con una gran riqueza natural, con una hidrografía envidiable de ríos, riachuelos y quebradas, tierra fértil y flora y fauna variada, tenga estadísticas de pobreza y extrema pobreza muy por encima de los promedios nacionales. Aunque no existen datos actualizados del DANE, se habla de un 73% de la población en pobreza y un 56.8% en extrema pobreza, respecto a los promedios nacionales de un 49% en pobreza y un 15% en extrema pobreza.
En un escenario así, la guerra nunca es una sorpresa, pues el extractivismo y la desigualdad suelen ir de la mano, y esto, históricamente, ha sido un binomio feroz. Los años 70 vieron crecer las guerrillas en la zona y así nació el conflicto armado en la región de Catatumbo con la presencia del ELN, el EPL y las FARC. Desde entonces, con altibajos, la guerra ha sido una constante en la vida cotidiana de la población.
Catatumberos construyendo territorio
A pesar de esto, los catatumberos han logrado construir territorio. Desde los años de la colonización petrolera (principios del siglo XX), las empresas iniciaron el desalojo de la población, pero tanto los pobladores originarios, los indígenas Barí, como la población campesina que llegó huyendo de la violencia bipartidista en otras regiones del país, resistieron. Aunque una parte de la población se fue, otros muchos se quedaron. Llegaron al territorio trabajadores que serían la mano de obra para los petroleros, pero, según las empresas, no venían a quedarse porque la tierra era de los empresarios. Sin embargo, hicieron sus hogares, crecieron los barrios y también resistieron ser desplazados.
Nacieron las Juntas de Acción Comunal, las cooperativas y, después, otras formas de organización. En 1987, las organizaciones campesinas, sindicales y políticas se unieron con el fin de exigir al gobierno de turno que respetara sus derechos básicos en materia social y económica. Realizaron el gran Paro del Nororiente, con la participación de más de 30,000 habitantes de los departamentos de Norte de Santander, Arauca y César.
Debido a la doctrina de seguridad nacional de los años 60, estas formas de organización fueron catalogadas como «enemigos internos», y la represión creció a pasos agigantados contra la población civil. Parecía una forma de desquitarse porque el Estado no fue capaz de exterminar a su enemigo declarado en la zona, las guerrillas, que crecían y crecían en esta época de represión. Catatumbo vio nacer las estructuras paramilitares más macabras, como el Bloque Catatumbo, que provocaron masivos desplazamientos a finales de los 90 y en los primeros años del siglo XXI. El exjefe paramilitar Salvador Mancuso ha sido detallado en sus descripciones de las grotescas operaciones que realizaban contra la gente organizada.
Y en todo esto, los catatumberos fueron construyendo más y mejores formas de organización, aprendieron a autogestionar varias necesidades de la población, incluyendo la autodefensa y el cuidado de la tierra y el agua, y fueron construyendo, cada vez más, su territorio.
Pacto Social para la Transformación Territorial del Catatumbo
En 2023, el gobierno nacional inició una serie de encuentros con las organizaciones sociales en el territorio para construir, colectivamente, acuerdos que respondieran a las reivindicaciones planteadas por los líderes comunitarios del territorio. Estos acuerdos deberían respaldarse con inversión por parte de los gobiernos locales, regionales y nacional para agilizar el cumplimiento de demandas históricas del Catatumbo en cuanto a: derecho humano a la alimentación y soberanía alimentaria, ordenamiento territorial participativo y popular, modelo regional de salud, red educativa regional y universidad de Catatumbo, transformación económica, agroindustrial y productiva para el desarrollo endógeno del Catatumbo, conectividad, infraestructura vial y transporte intermodal, y Paz Total, implementación del acuerdo y reparación integral.
Hasta ahora, no se ha logrado concretar estas inversiones que los catatumberos ven como una luz para el fortalecimiento de sus formas de vida que permitiría su permanencia en el territorio. Están esperando la firma presidencial, que será el hecho que permita al gobierno avanzar en los compromisos asumidos.
Conflicto entre el ELN y las Disidencias
El 16 de enero pasado, se iniciaron fuertes combates entre las fuerzas del ELN y las llamadas «disidencias de las FARC del Frente 33». Hay poco que se puede afirmar sobre esta confrontación, dado que la cobertura mediática es tan sesgada y sensacionalista que es difícil saber qué es verdad, qué es exageración y qué es mentira. Tampoco se entiende por qué el gobierno aparentemente ha tomado parte en una disputa que se supone es entre dos fuerzas «fuera de la ley», culpabilizando exclusivamente al ELN por los muertos y desplazados.
Lo cierto es que el enfrentamiento se veía venir. Hace tiempo, distintos analistas se referían a una «confrontación pasiva» entre las dos fuerzas. Y, en un contexto nacional que ha sido marcado por la violencia de las disidencias contra líderes sociales en Cauca y Arauca, no era de sorprenderse que esto pudiera ampliarse al nororiente. En noviembre del año pasado, se conoció un comunicado del Clan del Golfo en Catatumbo amenazando a 29 líderes y organizaciones sociales, un hecho que no se puede desvincular del escenario. El comunicado termina: «Están advertidos, estamos para quedarnos». Lamentablemente, no hubo iniciativa del gobierno central, que estaba en un proceso de paz con los dos actores, para evitar la emergencia humanitaria que se ha generado en el territorio.
Movilización en Campo Dos
En este contexto, ASAJUNTAS Campo Dos, la Parroquia Santa María de la Virgen de Campo Dos y otras organizaciones sociales convocaron una marcha el día 22 de enero, que terminó con una misa celebrada en la iglesia del corregimiento. Cientos de pobladores marcharon, vestidos de blanco y con pancartas que anunciaban «Paz», «No más líderes sociales asesinados. ¡Quien defiende la vida no debería perderla!» y «¡La paz solo puede lograrse con diálogo y comprensión!»
Este último mensaje evidentemente va dirigido a todos los actores políticos y militares en la zona. Esperan que, en particular, lo escuche el presidente Gustavo Petro, quien, en el contexto de la confrontación, suspendió los ya heridos diálogos con el ELN y declaró un Estado de Conmoción para la región, habilitando el traslado de fuerzas militares de otras partes del país, facilitando el ejército para realizar capturas y resaltando al ELN que «ha escogido el camino de la guerra y guerra tendrá». Los pobladores se asustan con la declaración del Estado de Conmoción, ya conocen la mano dura del Estado y no quieren más guerra, quieren que termine.
El día de la marcha, se encontraban la mayoría de los comercios abiertos y el transporte funcionando. Los niños jugaban en el parque y vendedores de raspados se confundían con los marchantes en la actividad. Estos hechos confirman lo que dijo el párroco: que, aunque es cierto que mucha gente en el pueblo se ha huido por los graves hechos producidos contra la población civil, hay muchos otros que se fueron porque los medios masivos de comunicación han provocado miedo en la misma población. Y hay otros muchos que sencillamente quieren permanecer en el territorio, construyendo más dignidad y más comunidad.
En la misa, el párroco recalcó que el pueblo de Catatumbo es un pueblo que quiere la paz, que la militarización del territorio de parte del Estado solo traerá más guerra, que los medios de comunicación no deben desinformar al pueblo y que los catatumberos no deben dejarse comer por el miedo.
La manta principal de la marcha resaltaba la digna aspiración que se notaba en las miradas de las personas participantes: ¡Que la paz sea una realidad y no tan solo un deseo! Juntos podemos construir un Catatumbo mejor, lleno de paz y progreso«. Porque este es el legado de tantos años de lucha en Catatumbo, Casa de Trueno en el lenguaje Barí. Los catatumberos van construyendo su territorio a su propia imagen y semejanza, y esto es lo que les seguirá permitiendo alcanzar cada vez más paz y un desarrollo acorde a sus necesidades y formas de vivir.
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