REDHER entrevistó a Fredy Díaz García, Director del CED-INS e integrante del equipo de investigación sobre el recién presentado Atlas de Conflictos Socioterritoriales y Ambientales del Magdalena Medio, Sur de Bolívar, Santander, Centro y Sur del Cesar y Magdalena, que indudablemente constituye una herramienta importante para las comunidades y sus organizaciones que luchan por la vida digna en el Magdalena Medio. El Instituto Nacional Sindical (CED-INS) es una organización integrante de REDHER y celebramos conjuntamente su logro.
¿Qué es el atlas y qué les motivó a emprender esta investigación?
La investigación es una de las tareas permanentes del CED-INS. La realizamos para producir herramientas que sirvan a las organizaciones para llevar a cabo la disputa política.
Hace un par de años, estábamos reunidos con la dirigencia del Magdalena Medio, lo que actualmente se conoce como “Dos Ríos”, y en esta reunión estaban Jorge Tafur y Teófilo Acuña, quienes fueron brutalmente asesinados poco después, en 2022. A partir del acompañamiento que habíamos hecho en la región, nos dimos cuenta de que hay muchos conflictos relacionados con la naturaleza y la disputa por ella. Esto fue un gran interés para Jorge y Teófilo, especialmente para Teófilo, quien tenía una sensibilidad particular hacia la naturaleza. Con ellos y otros dirigentes de la zona, acordamos realizar una investigación en el territorio.
¿Cómo valoran la utilidad de la investigación?
Consideramos que este atlas está cumpliendo con su labor de ser una herramienta para la acción política. Si bien la gente en la región sabe lo que está pasando, sabe dónde se generan los conflictos y quiénes son las personas, instituciones y empresas involucradas, el atlas detalla toda esta información y la da estructura, acompañándola con mapas y tablas consolidadas para tener un documento de referencia. Esto les sirve para hacer formación política de las bases en sus organizaciones y, además, para fundamentar sus posiciones en espacios de disputa política con instituciones y/o empresas. Les sirve para cualificar procesos que han estado llevando a cabo durante mucho tiempo. Es una herramienta más, como otras que seguramente ya tienen, para la acción política.

A principios del año pasado, hicimos la primera presentación del atlas en Barrancabermeja, pero aún no teníamos el libro impreso. En intercambios con la gente de la región, nos dicen que lo están utilizando y que ya necesitan la versión impresa. Esta es la importancia de la presentación que realizamos en Bogotá el mes pasado; ya contamos con el libro impreso. Nos comentan que les ha servido para comprender la dimensión de lo que está ocurriendo en la región. Por ejemplo, hay un listado en el libro de proyectos extractivistas en el Sur de Bolívar, de minerales y empresas que buscan explotarlas. La gente puede echar mano de esta información para ver cuáles son los intereses en el territorio.
Volver al territorio y ver cómo la gente se está apropiando de los resultados de la investigación es una tarea que tenemos para este año. También queremos ver si la información ahí ha sufrido cambios y documentar cómo la están utilizando, porque este es nuestro objetivo con la realización de investigaciones sociales: generar conocimientos que sirvan a las organizaciones en el territorio.
Ustedes usan una serie de categorías en la investigación, como la dinámica económica, el choque de proyectos políticos de clases y sus movimientos, la región como un corredor geopolítico y económico, conflicto armado, memoria y trayectoria de lucha. Favor explique cómo relacionan estas categorías.
El Instituto ha venido acompañando procesos campesinos y ha bebido de la concepción que ellos tienen del territorio y la complejidad que esto implica. En buena medida, todas estas categorías están dentro de la concepción de territorialidad que las organizaciones sociales campesinas, agromineras y de pequeña minería han venido construyendo. Pero, por otro lado, existen otras concepciones del mundo que ellos enfrentan, como las de las empresas extractivas, que obviamente tienen otros intereses. Este es un primer conflicto del que se podría hablar.
También hay que mencionar lo que es de conocimiento público: estas empresas extractivistas tienen relación con grupos armados quienes les facilitan la extracción de los minerales que están en la lista que se encuentra en el libro. Ahí se genera otro conflicto. No solo el social, ecológico y cultural, generado por las diferentes formas de concebir el territorio, sino el conflicto armado y la conversión de las organizaciones sociales en objetivos militares.
Hay un conflicto de concepciones sobre el desarrollo, y esto se materializa también en dos concepciones de economía. Una economía pequeña, debido a su alcance geográfico, porque tiene un círculo de producción y consumo más cercano, lo que es una apuesta del movimiento campesino. Pero esta pequeña economía campesina y agrominera popular, impulsada en buena medida por las mujeres, enfrenta una economía mucho más grande, que tiene su fundamento en el sector armado ilegal. El paramilitarismo sostiene en gran medida esta economía ilegal.
Y ahí aparece otro tipo de conflicto: el socioeconómico. Porque no solo limita las capacidades de esta pequeña economía, sino que enfrenta una gran economía que, además de contar con las empresas y los paramilitares, tiene el apoyo de las instituciones. Recibe el respaldo de ejércitos privados y un importante apoyo de las instituciones locales y nacionales del Estado. Esto nos lleva a hablar de corredores de conflicto. En esta concepción de corredores de conflicto se abordan estos elementos que he mencionado, y probablemente otros.
Pero también, en este territorio, es relativamente fácil moverse desde Venezuela hacia el Urabá, y es un corredor entre el centro del país y la costa atlántica. Entonces, no solo se mueven productos generados por la naturaleza, sino también armas, narcotráfico y otros elementos que tienen incidencia sobre la construcción territorial.
A partir de esto, vemos una gran necesidad de hablar de la memoria en el documento, porque todo esto ha generado conflictos que han conducido a masacres, asesinatos y desplazamientos, y la gente tiene esto presente siempre. Recurrimos a la memoria como una manera de hacer acción política directa, porque se recuerda a nuestra gente. La memoria se convierte en una forma de alimentar la acción política. No solo porque se recuerda a la gente que ya no está, sino porque se recuerda su actuar diario en el territorio.
¿Este tema de la memoria y trayectoria de lucha puede ser un eje de formación en el territorio?
Claro que sí. El último capítulo trata de esto. A veces fallamos cuando no reconocemos las ganancias que se han conseguido a través del esfuerzo colectivo. Esto ha incluido sacrificios, como la persecución política e incluso la muerte de compañeros y compañeras. Es fundamental ver las disputas que las organizaciones han logrado construir, no solo para conocerlas, sino para apropiarnos de ellas y replicar esas experiencias en otras partes. O ahí mismo. Por esto, es un eje fundamental de la formación.

¿Cuáles nuevas preguntas les ha dejado esta investigación?
La nueva pregunta que nos queda es: “¿cómo se anclan estos conflictos que se viven en el Magdalena Medio a todo lo que está pasando en el mundo en este momento? ¿Cuál es la relación directa entre lo que está pasando en la región, el país y el mundo?” No es tarea fácil, pero hay que encontrar la manera de mostrar esta relación de manera clara. Para nosotros, es una preocupación ver cómo abordar esta cuestión metodológicamente.
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