«Dejándolo todo, lo siguieron»

Paul Salgado
26 de febrero de 2019

Llevando nada más que unas pocas copias de un fragmento del Evangelio según San Lucas, y un libro del teólogo de la liberación Gustavo Gutiérrez bajo el brazo, el sacerdote católico ingresó a la cárcel La Picota, al pabellón de máxima seguridad ERON. Este es un edificio frío y monótono, que destruye el alma. Es un monumento a la represión, la intolerancia y la corrupción, cuyos muros de cemento gris, desde lejos, parecían fusionarse con la masa incolora y sin fin del barrio obrero de Usme, en el sur de Bogotá.

Este no era simplemente un católico que seguía las palabras de Cristo para visitar a los presos como una obra de misericordia, sino un diplomático de la Santa Sede, el Estado del Vaticano, que ingresa en esta miserable cárcel para representar al Papa Francisco en una reunión con presos políticos y sociales detenidos por el Estado colombiano.

El Padre Bruno Marie Duffé es el Primer Secretario del Dicasterio del Vaticano para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, una posición dedicada a la justicia social y con una línea directa a Su Santidad. ‘Me siento muy cómodo con esta llamada del Papa Francisco a dejar de hacer cosas “para” los pobres, sino “con” ellos,’ afirma. ‘Mi tarea es escuchar a los que no tienen nada.’

El padre Bruno ingresó a La Picota en una misión organizada por la Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos (FCSCP) y La Red de Hermandad y Solidaridad con Colombia (RedHer), para dar testimonio de la criminalización de los líderes políticos y sociales. Se reunió con el secretario Técnico del Congreso de los Pueblos, Julián Gil -encarcelado sin juicio desde junio de 2018 por acusaciones de un solo informante, en un caso claro de Falso positivo judicial – y con otros activistas del movimiento social y miembros del ELN .

‘En el resto del mundo, todos piensan que Colombia está siguiendo un camino de paz y reconciliación, pero la realidad es diferente,’ dijo el sacerdote en una reunión de 50 presos políticos y sociales en el teatro del ERON ‘La realidad es que la violencia, la estigmatización y la criminalización de quienes piensan de manera diferente continúa y esto es matar la esperanza.’

‘Me gustaría decirle a Julián y a todos los que, de una manera u otra, se les niega la palabra, que ustedes son, por su presencia y su resistencia, testigos. Y nunca dejaremos que su lucha sea olvidada,’ agregó el Padre Bruno.

“Si un ejército acampe contra mi, mi corazón no tiembla;
Si me declaran la guerra, estaré tranquilo.”

‘Ustedes no están solos,’ dijo el padre Bruno a las 25 prisioneras políticas en la cárcel de El Buen Pastor más tarde ese mismo día, después de leer este salmo con ellas. Como lo había hecho en La Picota, el diplomático del Vaticano escuchó las historias, denuncias y peticiones de campesinas, activistas políticas, y guerrilleras encarceladas por delitos políticos que el estado se niega a reconocer.

‘Es una necesidad humana ser tratadas con dignidad, pero una cárcel es una forma de castigar a los pobres,’ relató. ‘Pero no pierdan la esperanza, porque hay muchos que están con ustedes. Tengan fe y confíen en que nos mantendremos cerca de ustedes y que llegará un día de reconocimiento y paz verdadera.’

El padre Bruno tiene un doctorado en Filosofía del Derecho y Ética Social, y fue profesor de Teología Moral y Doctrina Social de la Iglesia durante tres décadas en la Universidad Católica de Lyon en Francia. El Papa Francisco lo eligió en 2017 para ser secretario de un nuevo dicasterio que incorpora todas las principales preocupaciones políticas del Pontífice argentino -justicia social, presos, migrantes, refugiados y los marginados – en un solo ministerio del Estado del Vaticano.

‘Quería venir a Colombia porque sentí que quizás Su Santidad no recibió información completa sobre la situación aquí,’ explicó el Padre Bruno, refiriéndose a la visita del Papa en septiembre de 2017. ‘Una de las preocupaciones que tengo es que quizás la jerarquía de la iglesia colombiana tiende a tener sus limitaciones para reflejar la realidad que enfrentan los marginados y los de la periferia aquí.’

Acompañado por internacionalistas de RedHer y Congreso de los Pueblos, el Padre Bruno fue recibido en la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) en Bogotá para escuchar a los líderes indígenas, junto con representantes de los movimientos sociales campesinos y afrocolombianos.

Un líder campesino de Cumbre Agraria, Eduardo León, confirmó la preocupación del padre Bruno de que la visita del Papa a Colombia ‘no ayudo tanto como hubieramos esperado, y los campesinos y trabajadores organizados en sindicatos aún enfrentan una difícil situación de represión.’

‘La Iglesia Católica trabaja con los marginados, pero por separado,’ explicó León. ‘Hay muchos intereses personales que impiden el avance de nuestras luchas, pero aún así nos gustaría – como dijo el Padre Camilo Torres de trabajar con los marxistas en los sesenta – trabajar juntos en asuntos de justicia social donde estamos de acuerdo.’
Un vocero del Congreso de los Pueblos, Jimmy Moreno, afirmó que la elite colombiana había distorsionado el mensaje de reconciliación del Papa para presentar una imagen en el exterior de un país sin conflicto. ‘Pero este gobierno, que tiene un carácter militarista, no tiene ninguna intención de continuar con el proceso de paz,’ dijo al secretario del Vaticano.

‘La violencia, las amenazas y los asesinatos de los líderes de nuestros movimientos sociales continúan, y se han producido 130 asesinatos en los seis meses que lleva este presidente, y todas nuestras organizaciones indígenas, afro y campesinas se han visto afectadas,’ dijo Moreno.

‘Pero nuestra lucha tiene mucho en común con la enseñanza del Papa Francisco,’ agregó. ‘Por ejemplo, estamos proponiendo un modelo alternativo de desarrollo sostenible para una vida digna, porque este modelo capitalista de explotación, desplazamiento, minas y monocultivos industrializados debe ser opuesto.’

‘Estamos luchando por la autonomía de los territorios indígenas y el reconocimiento para los campesinos, y durante muchos años la Iglesia Católica no compartió nuestras preocupaciones, pero las palabras del Papa Francisco representan una oportunidad para pensar de manera diferente y ofrecer esperanza.’

Un lider del Proceso de Comunidades Negras de Colombia, José Santos Cacero, afirmó que ‘la élite y la oligarquía, aquí no quieren construir la paz. No se trata solo de que un grupo insurgente entregue sus armas,’ dijo, ‘sino la construcción de una paz con justicia, una paz completa.’

En respuesta, el padre Bruno enfatizó que es precisamente la intención del Papa que el Dicasterio trabaje con organizaciones comprometidas con la construcción de una paz con justicia social. ‘Este es un lugar de diálogo para reunirse, escuchar, comprender y acompañar en solidaridad a todos los que se encuentran en la periferia,’ reiteró.

‘Y para hacerlo con dignidad, entendiendo que Dios está en cada uno de nosotros; con responsabilidad, como Dios quiere que vivamos en armonía con su creación; en solidaridad unos con otros en oposición a una sociedad individualista que algunos quieren imponernos; y todo para trabajar por una vida digna.’

‘Todo comienza con un amor por los pobres», continuó el padre Bruno, ‘la misión de desarrollo humano integrado de la Iglesia Católica comienza con aquellos que sufren, y con la lucha contra el modelo de desarrollo que tenemos actualmente, porque hay una separación entre sus valores y los nuestros, entre una sociedad que trata de reducir todo al individuo, y nuestra visión de comunidad y una vida de mejor calidad.’

El secretario del Vaticano también se reunió con los líderes campesinos y del Congreso de los Pueblos Robert Daza y los senadores Alberto Castilla y Iván Cepeda, quienes explicaron detalladamente cómo el estado Colombiano y sus medios de comunicación intentan marginar a los trabajadores campesinos hasta el punto de negar su existencia. ‘Y esto a pesar del hecho de que son los campesinos quienes cultivan los alimentos para los colombianos en las ciudades,’ señaló Daza.

‘Somos nosotros quienes intentamos cultivar la tierra en armonía con la naturaleza, quienes intentamos mantener la rica biodiversidad de Colombia, proteger las fuentes de agua y tener un valioso conocimiento de las plantas medicinales, de las semillas y de la tierra misma.’

‘Pero estamos estigmatizados como atrasados, se nos niega el reconocimiento y somos despojados de nuestras tierras, todo para favorecer los intereses industriales y comerciales relacionados con el estado,’ agregó.

‘Pero hay resistencia,’ dijo Daza al padre Bruno, ‘hemos luchado contra la violencia del estado, su corrupción y sus paramilitares, especialmente durante la Minga en 2013, cuando 19 de nuestros compañeros perdieron la vida y mil fueron encarcelados, pero aún nos preocupa que, como campesinos, nuestra cultura está en el camino de la extinción.’

‘El grito de la tierra y el grito de los pobres es el mismo grito,’ respondió el padre Bruno. ‘Como dijo el Papa Francisco, el modelo capitalista es un modelo de muerte que no respeta a los pobres, a los trabajadores, a los indígenas ni a la tierra misma.’

‘Es importante comprender las conexiones entre la codicia de quienes negarían la tradición campesina de sustentabilidad y autonomía, y la violencia de quienes tienen el poder y quieren despojar a los campesinos de sus tierras.’

‘Tengo una misión del Papa», concluyó el secretario del Vaticano, ‘pero es difícil dialogar con la jerarquía de la iglesia Colombiana como un intermediario y continuar una conversación a distancia. Todo lo que he aprendido aquí me ha demostrado que es más importante estar con, y escuchar a aquellos, que están directamente involucrados en la lucha.’

 

‘Leaving everything, they followed him’

Paul Salgado

23 de febrero de 2019

Holding nothing more than a few copies of a fragment of the Gospel according to Saint Luke, and a book by Liberation Theologist Gustavo Gutiérrez under his arm, the Catholic priest entered the maximum security section of La Picota jail, a cold, monotonous, soul destroying monument to repression, intolerance and corruption, whose bare grey concrete walls seemed to merge from a distance into the colourless mass of the endless, featureless Usme workers’ barrio in southern Bogotá.

This was not simply a Catholic following the words of Christ to visit the imprisoned as a work of mercy, but a diplomat of the Holy See, the Vatican state, entering this miserable jail to represent Pope Francis in a meeting with social and political prisoners held by the Colombian state.

Father Bruno Marie Duffé is the First Secretary of the Vatican’s Dicastery for Promoting Integral Human Development, a position dedicated to social justice and with a direct line to His Holiness.I feel very comfortable with this call from Pope Francis to stop doing things «for» the poor, but instead, «with» them,’ he states. ‘My task is to listen to those who have nothing.’

Father Bruno entered La Picota on a mission organised by La Red de Hermandad y Solidaridad and the Committee of Solidarity with Political Prisoners, to bear witness to the criminalization of political, campesino and indigenous leaders. He met with Congreso de los Pueblos organiser Julián Gil – imprisoned without trial since June 2018 on the basis of accusations of a single witness – and with other social movement activists and Army of National Liberation (ELN) guerrilla leaders.

‘In the rest of the world, everyone thinks that Colombia is following a path of peace and reconciliation, but the reality is different,’ the priest told a meeting of 50 social and political prisoners in the jail’s theatre. ‘The reality is that the violence, the stigmatization and the criminalization of those who think differently continues and this is killing hope.’

‘I would like to say to Julián and to all who, in one way or another are being denied a voice, that you are, by your presence and your resistance, witnesses. And we will never let your struggle be forgotten,’ Father Bruno added.

Though an army besiege me, my heart will not fear;

if they declare war against me, I will be calm.’

‘You are not alone, ‘Father Bruno told the 25 female political prisoners in the El Buen Pastor jail later that day after reading this psalm together. As he had in La Picota, the Vatican diplomat listened to the stories, denunciations and petitions of peasant workers, political activists and guerrilla fighters imprisoned for political crimes that the state refuses to recognise.

‘It is a human necessity to be treated with dignity, but a prison is a form of punishing the poor,’ he related. ‘But don’t lose hope, because there are many who are with you. Have faith and confidence that we will stay close to you, and that a day of recognition and true peace will come.’

Father Bruno has a doctorate in Philosophy of Law and Social Ethics, and was for three decades professor of Moral Theology and the Social Doctrine of the Church at the Catholic University of Lyon in France. Pope Francis chose him in 2017 to be secretary of a new dicastery which incorporates all the Argentine pontiff’s principal political concerns – social justice, prisoners, migrants, refugees and the marginalised – in one ministerial department of the Vatican state.

‘I wanted to come to Colombia because it was felt that perhaps His Holiness didn’t receive complete information about the situation here,’ Father Bruno explained, referring to the Pope’s visit in September 2017. ‘One of the concerns I have is that perhaps the hierarchy of the Colombian church tends to have its limitations in reflecting the reality faced by the marginalised and those on the periphery here.’

Accompanied by La Red de Solidaridad and Congreso de los Pueblos activists, Father Bruno was received at the Colombian National Indigenous Organisation (ONIC) in Bogotá to learn first-hand from indigenous leaders, together with representatives from the campesino and Afro-Colombian social movements.

Cumbre Agraria peasant worker leader Eduardo León confirmed Father Bruno’s concerns that the visit of the Pope to Colombia ‘did not help us as much as we had hoped, and campesinos and workers organised in unions still face a difficult situation of repression.’

‘The Catholic Church works with the marginalised, but seperately,’ León explained. ‘There are many personal interests that prevent the advance of our struggles, but still we would want, as Father Camilo Torres said of working with Marxists in the 1960s, to work together on social justice concerns where we are in agreement.’

Congreso de los Pueblos organiser Jimmy Moreno asserted that the Colombian elite had distorted the Pope’s message of reconciliation to present an image abroad of a country without conflict. ‘But this government, which has a militaristic character, has no intention of continuing with the peace process,’ he told the Vatican Secretary.

‘Violence, threats and assassinations of our social movement leaders continues – there have been 130 killings in just the six months that this president has been in office – and all of our indigenous, Afro and campesino organisations have been affected,’ Moreno said.

‘But our struggle has much in common with Pope Francis’ teaching,’ he added. ‘For instance, we are proposing an alternative model of sustainable development for a dignified life, because this capitalist model of exploitation, displacement, mines and industrialized monoculture needs to be opposed.’

‘We are fighting for autonomy for indigenous territories and recognition for campesinos, and for many years the Catholic Church didn’t share our concerns – but the words of Pope Francis represent an opportunity to think differently and offer hope.’

Afro-Colombian Black Communities Movement (PCN) activist José Santos Cacero affirmed that ‘the elite, the oligarchy, here doesn’t want to construct peace. It’s not just about one insurgent group giving up arms,’ he said, ‘but constructing peace with justice, a complete peace.’

In response, Father Bruno emphasised that it is precisely the Pope’s intention for the Dicastery to work with organisations that are committed to constructing peace with social justice. ‘This is a place of dialogue, to meet, listen, understand and accompany in solidarity all those on the periphery,’ he reiterated. ‘And to do so with dignity, understanding that God is in each one of us; with responsibility, as God wants us to live in harmony with his creation; in solidarity with one another in opposition to the individualistic society that some want to impose on us; and all in order to work for a dignified life.’

‘Everything begins from a love for the poor,’ Father Bruno continued, ‘The Catholic Church’s mission of integrated human development begins with those who are suffering, and with the fight against the model of development that we currently have, because there is a separation between its values and ours – between a society that tries to reduce everything to the individual, and our visión of community and a life of better quality.’

The Vatican Secretary also met with campesino and Congreso de los Pueblos leaders Robert Daza, Senator Alberto Castilla and Senator Iván Cepeda, who explained in detail how the state and its media tries to marginalise peasant workers to the point of denying their existence. ‘And this is despite the fact that it is the campesinos who cultivate the food for the Colombians in the cities,’ pointed out Daza.

‘It is us who attempt to cultivate the land in harmony with nature, who try to maintain Colombia’s rich biodiversity, protect the sources of water, and have valuable knowledge of medicinal plants and of seeds and of the earth itself.’

‘But we are stigmatised as backward, we are denied recognition and we are dispossessed of our lands, all to favour industrial and comercial interests connected to the state,’ he added.

‘But there is resistance,’ Daza told Father Bruno, ‘we have fought back against the violence of the state and their corruption and paramilitaries – especially during the Minga in 2013 when 19 of our brothers lost their lives and a thousand were jailed – but still we are concerned that as campesinos, our culture is on the road to extinction.’

‘The cry of the earth and the cry of the poor is the same cry,’ Father Bruno responded, ‘As Pope Francis has said, the capitalist model is a model of death. It does not respect the poor, workers, the indigenous, or the earth itself.’

‘It is important to understand the connections between the greed of those who would deny the campesino tradition of sustainability and autonomy, and the violence of those with power who want to dispossess campesinos of their land.’

‘I have a mission from the Pope,’ the Vatican secretary concluded, ‘but it is difficult to have a dialogue with the hierarchy of the Colombian church as intermediaries and to continue a conversation at a distance. All that I have learnt here has shown me that it is more important to be with those, and to listen from those, who are directly involved in the struggle.’

 

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